FUE EN EL BARRIO YUNGAY, EN PLENO CASCO
HISTÓRICO COLONIAL DE CHILE, DONDE UN ILUSTRADO NATURALISTA DEJÓ GRAN PARTE DE SU MEMORABLE ESTELA, AUNQUE RECORRIÓ TODO EL PAÍS EXPLORANDO SU BIODIVERSIDAD. AHORA, DESEMPOLVO UN FRAGMENTO
DE SU PASADO PARA VOLVER A PONER EN VALOR EL APORTE DE UN CIENTÍFICO CUYA MEMORIA SE RESISTE A MORIR.
TEXTO: Erick Bellido Y.
Subir
a los cerros, montañas y volcanes, penetrar y explorar los valles, ventisqueros
y quebradas, fueron la clave que Ignacio Domeyko utilizó para impulsar con
tesón las ciencias en Chile
Si bien, fue a comienzos del año 2002, en que pude lograr una estrecha vinculación con los descendientes
directos de la familia de Ignacio Domeyko, no fue hasta el año 2005 en que pude conocer con más cercanía y detalle a una mujer de
excepcional memoria, y por sobre todo, de gran admiración por su abuelo. Me
refiero a la distinguida Anita Domeyko. Hasta ese entonces con sus 103 años en
el cuerpo, la única nieta viva del recordado naturalista de origen polaco-lituano,
quién repasó junto a mi una serie de pasajes increíbles de nuestra historia
aristocrática, donde los intelectuales y políticos se reunían en largas
tertulias a discutir puntos de vistas e intereses propios de su contexto
epocal.
"Recuerdo como si fuera
ayer, los pasajes que me contaba mi padre sobre el abuelo Ignacio. Los domingos
de verano disfrutaba almorzar en el patio de la casona enclavada en la calle
Cueto. Era muy respetado, y siempre dispuesto a escuchar a cuanto samaritano y
personaje ilustre lo visitara en aquella época. Bajo la sombra proyectada por
parronales y naranjos lo refugiaban a él y a sus amigos, destacando sus largas
pláticas con Rodulfo Philippi y Claudio Gay”. Con esa facilidad de labia, hacía
sus racontos Anita Domeyko, quién hoy descansa en paz junto a su añorado
abuelo.
Ana
Domeyko, la nieta del naturalista que vivió hasta el año 2006 en el inmueble de calle Cueto.
También pude compartir en varios momentos
junto a Paz Domeyko, bisnieta de Don Ignacio -actualmente radicada en
Australia- quién heredó no sólo el interés por la historia de su ancestro, sino
además la sensibilidad de la pluma, pues se animó a publicar hace ya siete años
el libro "Ignacio Domeyko, la vida de un emigrante". Un texto sin
precedente, y en el cual deslinda que la casa de su bisabuelo era frecuentada a
mediados de 1800 por influyentes personajes, desde el propio Presidente Manuel
Bulnes, pasando por el general José Santiago Aldunate, y los entonces ministros
Manuel Montt, Antonio Varas y Manuel Antonio Tocornal, por citar algunos
nombres de quienes movían los hilos una joven nación que comenzaba a abrirse
camino de forma sigilosa de cara al mundo.
Pero muchos de estos recuerdos quedarán sólo
en eso, ya que una parte importante de la vieja casona colonial será vendida.
La misma que hasta hace tres años los descendientes directos del erudito
Domeyko intentaban promover como un potencial museo. Incluso llegó a
constituirse una fundación sin fines de lucro para lograr llevar a buen puerto
la iniciativa. Sin embargo, no tuvieron eco, y el proyecto se fue diluyendo en
el tiempo.
Y aunque el
tiempo pasa, y la casona colonial ya no existe como era la concepción de
su arquitectura original, pues la mitad del bien inmueble fue vendida por sus
descendientes hace siete años. No obstante, en la mitad no vendida, aún
permanecen ahí óleos de afamados muralistas ecuatorianos, textos, muebles,
maletines de recolección de especies, lupas, espadas, escudos de armas, y
diversos utensilios.
Aquí se observa la fachada de la casona estilo colonial de la casa en que vivió el sabio naturalista hasta su muerte
en 1889.
Actualmente, el gobierno polaco mantiene un acuerdo con la
Fundación Casa Domeyko -con personalidad jurídica desde el 2004- para aportar
recursos en la mantención del inmueble, el cual demanda más de 1 millón de
pesos mensuales. Sin duda un aliciente para que las autoridades culturales
nacionales preserven debidamente un patrimonio tangible que debe ser perpetuado
en el tiempo. Si porque muchas otras parte de sus pertenencias, colecciones
minerales, cuadernos de anotaciones e ilustraciones se encuentran dispersas
entre la Biblioteca Nacional, el Instituto Nacional y la Universidad de Chile,
además de existir diversas piezas en el Museo Nacional de Historia Natural de
Santiago, en la III Región, y en dependencias de sus herederos directos,
familia que en la actualidad ya suman más de 180 dispersos a lo largo de todo
Chile.
Sin duda, un patrimonio cultural desconocido
para muchos, pero disponible para ser conocido ante los ojos curiosos chilenos
y extranjeros interesados en explorar un cúmulo de pertenencias y objetos bien
conservadas utilizadas por el primer Domeyko en llegar a este largo, angosto y
austral territorio del orbe, con la misión de hacer ciencia, educar, explorador
y describir con detalle todo aquello que observó de nuestra indómita e
inexpugnable naturaleza de aquellos tiempos.
CONSAGRADO PASADO
Muchas de las llamadas investigaciones
naturalistas, efectuadas a lo largo de todo el mundo, dieron paso a
significativos y sorprendentes hallazgos, abriendo espacios para la
conformación de nuevas y osadas teorías, las que al mismo tiempo generaron
estrepitosos debates en diversos círculos políticos, intelectuales y
religiosos, pero que sin duda, contribuyeron a dar paso al cultivo y
consolidación de nuevos saberes.
Así lo entendió Ignacio Domeyko, quien
naciera en el antiguo reino unido polaco-lituano y que, por aquel entonces,
dichas tierras se mantenían bajo la ocupación Rusa. Sólo hasta 1795 formaron
parte de Lituania, que por más de 300 años se habían encontrado anexadas a
Polonia en una confederación.
Con el pasar del tiempo, Domeyko se
transformó en un prominente estudioso de las ciencias naturales, la física y la
química, destacando su obsesión por la mineralogía, titulándose en la famosa
Escuela de Minas de París hacia 1837. Allí se encontraba, cuando el destino le
deparó un giro inesperado y definitivo a su vida: Chile.
Un buen día, en medio de la convulsionada
Europa, se le notifica a Domeyko la posibilidad de efectuar un viaje a Chile
-que le tomaría tres meses en barco-, ya que se requería dar impulso al estudio
de las ciencias naturales y las técnicas geológicas. Para ello el gobierno, a
través de Charles Lambert, contrató en París al especialista polaco, quien a
partir de 1838 comienza a desempeñarse como profesor de química y mineralogía
en Coquimbo, exportando consigo una hibridez implícita, que oscilaba entre su
potencial científico e intelectual, el afán aventurero, su ferviente pasión
católica, a lo que se sumaban ciertas habilidades artísticas y gran capacidad
descriptiva.
En síntesis, llega a Chile una suerte de
hombre de ciencias multiproposital, quien consagra su vida al desarrollo de una
nación, la cual agradecida por su entrega y legado, a la postre le otorgaría la
nacionalidad chilena por gracia.
PERFIL DE UN SABIO
Domeyko fue un hombre sencillo y desapegado
del materialismo, que vivió una vida a veces dura, pero también llena de satisfacciones
y logros. Un hombre políglota, perfeccionista, de profunda fe, moralista y
estudioso. Su mente deslumbrante se impuso con sorprendente notoriedad en el
desarrollo de la entonces joven nación, instaurando una dinámica distinta de
hacer docencia, para lo cual estableció rupturas paradigmas, situando a Chile a
la vanguardia de la producción investigativa y científica de la época en la
mismísima Europa, poniendo término, junto con el trabajo de otros importantes
naturalistas, al silencioso anonimato en el cual se encontraba sumida nuestra
floreciente nación en esos años.
Fue precisamente este hombre, nacido en
Polonia, quien logró impresionar con sus rigurosas publicaciones -oportunas,
necesarias e inéditas-, postulados y estudios de campo, a quienes dirigían los
destinos de Chile en plena era independentista. Su laborioso y metódico trabajo
en áreas tan diversas del saber, como la geología, mineralogía, paleontología,
física, matemáticas y química, arrojaron las primeras luces sobre en que áreas
se debía reforzar y reformular la educación en Chile.
Gracias a su obstinado perfeccionismo,
espíritu visionario, perseverancia y pasión por el trabajo, permitió a los
chilenos ampliar el conocimiento y percepción del entonces inexpugnable
territorio nacional, ya que logró describir con gran precisión las
características físicas y geográficas, a través de sus exploraciones por el
desierto, pasando por las imponentes cordilleras de Copiapó y los Andes, hasta
llegar a las convulsionadas tierras de Arauco, junto con catalogar y clasificar
decenas de hallazgos florales, arbustivos, minerales, meteoríticos y
fosilíferos, para luego, registrar sus observaciones, estudios y vivencias en
los “Anales” de la Universidad de París y de la Universidad de Chile, en
cientos de cartas y sendos escritos de carácter científico, fruto de su
inagotable producción.
Se estima que tras su intensa actividad,
Domeyko recorrió aproximadamente más de 10.000 kilómetros investigando Chile,
especialmente por la montaña, montado a lomo de mula y caballo, para lo cual
debió abrir nuevas rutas y transitar por escasos senderos ya existentes. Todo
lo anterior, con el propósito de recolectar muestras para el laboratorio,
inventariar especímenes y conocer los innumerables yacimientos mineros, poblados,
paisajes y bosques, visitando en uno de sus planificados viajes a las aisladas
tribus indígenas asentadas de forma independiente en medio del territorio
nacional, con las cuales compartió un tiempo prudente para impregnarse de sus
costumbres morales y religiosas, llegando a comprender en ellos sus odiosidades
por el proceso de conquista y fundaciones de capitales, transformándose en un
férreo defensor de estos pueblos y los Derechos Humanos.
LEGADO AL MUNDO MINERO
No en vano, Ignacio Domeyko es reconocido en
Chile como el padre de la mineralogía. Entre sus contribuciones a este ámbito
destacan: la fundación de la Escuela de Minas en la IV Región; instaura la
profesión de ensayador comercial, la cual consiste en vender el mineral con el
precio fijado de acuerdo a la ley -contenido del metal puro- que este tiene;
creó las carreras de ingeniero geógrafo; ingeniero civil de puentes y calzadas;
e ingeniero en minas; impulsó a nuevas especialidades, como la realización de
mensuras y planos de minas, explotación de minas, mineralogía y geología,
física y química; realizó importantes asesorías en materia de legislación y
propiedad minera, desarrollando, además, importantes estudios sobre las aguas
potables y minerales.
Libros,
cartas, oleos, instrumentos científicos, mobiliario del siglo XVIII y diversas
reliquias oculta en su interior la casa de Ignacio Domeyko emplazada en el
Barrio Yungay.
He leído con detención y admiración el aporte de este gran hombre y personaje Polaco Lituanio a nuestro país, sin embargo aún no deja de sorprenderme el poco interés de nuestras autoridades por conservar su memoria viva dentro de nuestra educación, personajes como este y muchos otros es lo que se requiere en este momento en Chile como medio de motivación para nuestra juventud
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