LA VIOLENCIA ESCOLAR YA NO TIENE LÍMITES, Y EL DESCONTROL EN COMUNIDADES EDUCATIVAS Y PLANOS VIRTUALES, ACTIVAN PELIGROSAS IDEAS EN NIÑOS(AS) Y JÓVENES QUE LOS EMPUJAN AL DESAPEGO DE VIVIR.
Texto: Erick Bellido Y.
A
diferencia de Canadá, Reino Unido, Noruega, Suecia e Irlanda, en Chile el
bullying no es delito. Pero existe una batería de fenómenos delictuales conexos
formalizados en el Ministerio Público. ¿Cuál es la causa?, usualmente, denuncias por problemas gestados en o desde
el ámbito escolar entre jóvenes en edad de ser imputables ante la Ley. Es que
basta un empujón para que los jóvenes se vean envueltos en un embrollo de
proporciones, particularmente, si la víctima golpea su cabeza contra un perfil
metálico ocasionándole lesiones. Y cuando el menor es llevado a un centro de
urgencias, el médico de turno al constatar una lesión, podría rotularla como
‘menos grave’ según sea el caso. Con ese papel extendido por un facultativo del
área de la salud, es suficiente para entablar una demanda contra aquellos que
resulten responsables.
Para
evitar situaciones extremas y expulsiones de alumnos, o llegar a criminalizar o judicializar, las cúpulas
directivas de los recintos educacionales deben continuar potenciando espacios
que promuevan campañas de sensibilización y entrega informativa donde refuercen
mensajes de buena convivencia sin violencia.
Así
aparecen tendencias que se disgregan como árbol de problemas, amplificando el
rango de riesgos ligados a eventos que propician violencia escolar a raíz de la
propagación del sexting (envío de textos, fotografías y vídeos desde dispositivos
móviles con imágenes eróticas o exhibición de las partes íntimas); happy
slapping (golpear a compañeros para filmarlos y subir video a Youtube);
ciberbullying (violencia escolar virtual); homobullying (discriminación, acoso
y maltrato contra lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales);
además de bullycidio y ciberbullycidio (suicidios inducidos por abusos
escolares reiterados).
DEL BULLYING AL SUICIDIO
El suicidio es un problema mundial
complejo de aplacar. Anualmente se cometen cerca de un millón y medio de
suicidios en el mundo, vale decir, 130 mil al mes, lo que equivale unos cinco
mil suicidios cada día. Una tasa global de mortalidad estimada en 1 muerte por
cada 40 segundos. Tema sensible, considerando que en los últimos 45 años
las tasas de suicidio se incrementó en un 60% en todo el orbe.
La mala noticia, es que el suicidio está
entre las 3 causas principales de muerte entre los 15 a los 44 años en algunos
países, y la segunda causa principal de muerte en el grupo de edad entre los 10
y los 24 años. A escala planetaria, el suicidio se estima en un 1,8% de la
carga global total de enfermedad en 1998, y 2,4% en los países con los mercados
y las antiguas economías socialistas en 2020. Otras cifras aportadas también
por la Organización Mundial de la Salud (OMS), indican que cerca de 3.000
personas resuelven multi-causalmente finalizar abruptamente contra su vida
diariamente. Por cada una que consuma el acto suicida, otras 20 personas lo
intentan sin lograr su cometido. Es que anualmente se registran en los cinco
continentes entre 20 a 40 millones de intentos de autoeliminación. Y en
Latinoamérica los países con mayor tasa de suicibilidad la poseen Cuba y
Uruguay. Sin ir más lejos, este último país se situó entre el 2007 y el 2009
con un promedio por año 560 casos con resultado fatal. Cifra que alarma,
considerando que la población uruguaya no supera los 3,4 millones de habitantes
y que hace que la tasa se ubique en el último quinquenio, en 17 cada 100.000
habitantes, por encima de 16 cada 100.000 del promedio mundial.
Entre tanta variedad de escenarios,
consecuencias y secuelas, no es fácil para las familias afectadas conseguir
tratamientos únicos, menos que se orienten en el corto plazo a reparar el daño
causado. La situación se tiende a complejizar producto de la cultura del
silencio, en especial, cuando se instala en la víctima la sensación de vacío,
soledad, desprecio por la propia vida, desprotección, pánico y vergüenza tras
comprobar que es de los pocos alumnos(as) amedrentados(as), lo que socava sus
mentes con ideas angustiosas e infelicidad, somatizando su desconcierto por
medio del aislamiento social y prácticas autoflagelantes, cuando no se materializa
una derivación oportuna a un centro de salud mental del o los pupilos
afectados. Ello se explica en el hecho objetivo de que no todos los colegios
cuentan con protocolos de derivación asistidos previamente por profesionales
idóneos que formen parte del staf del establecimiento educacional, o bien, no
poseen un equipo permanente que procure cautelar la detección temprana de
alumnos con necesidad urgente de ser contenidos y apoyados por
duplas de psico-orientación o psico-sociales. Ante esta carencia palpable
principalmente en establecimientos municipalizados y particular-subvencionados,
queda al descubierto una falta de mecanismos preventivos de atención evaluativa
en pro de una posterior reparación. Si bien, se apoyan en los Centro de Salud
Familiar (SESFAM), Servicio de Atención Primario de Urgencias (SAPU),
consultorios y hospitales, además de los Departamentos de Apoyo a la Educación
Municipal (DAEM) y Oficinas de Protección de Derecho (OPD), muchas veces se
hacen insuficientes frente a la alta demanda de sus servicios. Un tema que está
en la mira de las autoridades de Salud y Educación, razón por la cual, a
mediados de este año, se inició un plan piloto para reducir trastornos
emocionales de escolares que pueden terminar en cuadros depresivos, o llevar a
los escolares a concretar ideaciones suicidas.
Por eso no es extraño encontrar en el
mercado la promoción de terapias múltiples, que van desde inducciones
cognitivo-conductuales dirigidas por siquiatras y sicólogos, pasando por
tratamientos con neurólogos, hasta llegar a las terapias alternativas: maestros
de reiki, hipnosis, flores de bach, aromo-terapia y viajes astrales guiados por
chamanes en encuentros místicos, son parte de la oferta. Incluso, las academias
de artes marciales ofrecen instrucción antibullying para votar las cargas
negativas y aprender técnicas de defensa personal.
Más allá de cuestionar o no la amplitud de
servicios y estrategias de abordaje, todas apuntan de alguna forma a levantar
deterioradas autoestimas a favor de inyectar una dosis de seguridad para lograr
robustecer o modelar conductas en pro de cambiar actitudes
autolacerantes. Es que
los casos parecen extraídos desde libretos de teleseries, y letras de canciones
como las de ‘Porta’ y el grupo ‘Calle 13’. Los testimonios descarnados por
bullying, bullying virtual y bullicidio salen a la luz pública como si se
tratara de simples vivencias. El tratamiento de este tipo de información es
precario. Si incluso, el anglicismo ‘bullying’ se ha distorsionado, usado
erróneamente en el mundo de la política y la farándula producto de la
aplicación de un concepto que parece no ser bien comprendido, pues no se trata
de una moda, sino de un contexto que degrada y cercena vidas ante la
destrucción identitaria de menores en edad de escolarización primaria y/o
secundaria.
A lo antes expuesto, se suma una estadística inquietante y
creciente en Chile. Según el Ministerio de Salud, la tasa de suicidios de
niños(as) y jóvenes en edad escolar mayores de 10 años y menos de 19 años,
aumentó en un 47% entre los últimos diez años. Mientras que la prevalencia del
2010 al 2011 aumentó en cerca de 200 casos, donde las víctimas fueron
principalmente adolecentes quienes resolvieron quitarse la vida.
Paradojalmente, las cifras tienden cada vez más al alza, pues el año 2008 se
registró un peak de 221 fallecimientos por esta causa. Y hasta antes de 2010,
la prevalencia contabilizaba -según fuentes abiertas- un promedio 128 decesos
por suicidios de jóvenes en edad escolar promedio por año.
En un afán por integrar exploratoriamente la problemática de la
violencia escolar y, como ella puede impactar en las ideaciones y concreciones
de actos suicidadas, basado en que la PDI cubre 55% de los suicidios ocurridos
en Chile, y que desde hace un par de años a la fecha, se trabaja con escolares
para prevenir el bullying, sexbullying y bullying virtual en niños, niñas,
adolescentes y jóvenes escolares, es que se hace atendible la necesidad de
revisar la casuística ligada a eventos de violencia escolar denunciados ante
las autoridades competentes. ¿Con qué propósito? cruzar las prevalencias de
decesos por suicidios adolescentes, con otras variables de multi-causalidad
asociadas a violencia intrafamiliar, maltrato, abandono, consumo de sustancias
ilícitas, abusos sexuales, entre otras anomalías sociales o delictuales
emergentes; además de efectuar una profusa revisión de las carpetas de los
casos por suicidio adolecente. Para ello, es necesario unificar voluntades
entre las instituciones policiales con el Ministerio Público para facilitar el
acceso a la información de casos que ya fueron archivados por la Fiscalía, a
modo de iniciar una fase de investigación retrospectiva con fines aplicados a
la prevención y comprensión de un fenómeno en permanente evolución.
Levantar un estudio para redefinir las causas detrás de cada
suceso de suicidio asociado a casos de bullying, sin necesidad de reabrir la
investigación del deceso, podría contribuir a establecer nuevos enfoques
metodológicos para desentrañar las cifras negras, apoyándose para ello del
levantamiento de información mediante las técnicas que brindan la autopsia
psicológica, análisis psico-comunicacional y el desarrollo de estudios
criminológicos profusos, pues permiten entender desde el ámbito pericial,
aspectos soterrados que pudieron gatillar un suicidio escolar. Al develar
motivos, razones y episodios vivenciados -rupturas amorosas, peleas con los
padres, tensiones entre compañeros de escuela- tanto en su hogar, entorno
social barrial y dinámicas al interior del colegio o liceo, se permite
reconstruir las motivaciones y filosofía de vida, cobrando singular valor los
expedientes médicos e informes conductuales levantados al interior de los
colegios, además de la revisión analítica de cartas, fotos impresas o socializadas
mediante bitácoras virtuales, tipo de música que escuchaba, escritos en redes
sociales o blogs, dibujos en cuadernos y librillos, además de repasar el cúmulo
de situaciones asociadas a episodios de conflictos. Un cúmulo de antecedentes
que pueden permitir abrir pasajes no despejados con la claridad debida, y donde
el fantasma del bullying puede aparecer cruzando transversalmente el historial
del menor empujado directa o indirectamente a desaparecer por el deseo anclado
a la voluntad simbólica de morir.
Todo lo anterior, permite sagazmente dejar entrever que faltan
estudios profusos orientados a la prevención acerca de una verdad que comienza
a incomodar al momento de abordar la fenomenología expuesta. Aunque afecta
directamente a un pequeño sector de la sociedad, termina impactando
indirectamente a la sociedad en su conjunto, dado que se suscita a lo largo de
nuestro país, rebasando incluso todo tipo de fronteras sociales, culturales y
económicas.
En consecuencia, producto del incremento de los suicidios que se
originan en Chile semana tras semana, resuena la necesidad de reformular
enfoques psico-comunicacionales, además de indagar las motivaciones de la
desintegración social que lleva a los escolares objeto de estudio, a
convertirse en sujetos desintegrados, sin miedo a la perder su propia vida, con
sentimientos de culpa y sin filtro para lograr su autocontrol frente a
problemas de convivencia escolar que parecen escapar de su control, y peor aún,
que nadie los puede ayudar a superar la sensación de vacío, soledad y
desamparo. Son esas impulsividades, de alto riesgo, las
que precipitan actos que después la sociedad termina lamentando, esencialmente,
por no haber revisado los controles suficientes para actuar a tiempo desde la
familia y/o la comunidad docente.
Y mientras las tendencias suicidas continúan al alza en todo el
orbe, la problemática en Chile sigue siendo aborda precariamente, en
especial, cuando se vinculan a casos de escolares que recurren al
hostigamiento, mitomanía, matonaje, lesiones y amenazas.
La educación y difusión, son los primeros pasos para abrir el tema
hacia la comunidad, pues permiten reconocer los primeros signos con los cuales
se pueden derivar a personas de conductas auto lesivas o violentas que
pueden llegar a incidir de forma directa o indirecta en actos suicidas. Por
ende, resulta clave abrir el tema, detectando los factores protectores para
detectar y explorar técnicas para erradicar estas bizarras conductas, y a su
vez, derribar mitos y prejuicios en torno a un tema que para muchos es tabú y
que esconde soterradas cifras negras.
Según la OMS, el fenómeno del suicidio es ya responsable de más
muertes al año que las producidas anualmente por el conjunto de todos los
conflictos bélicos que asolan el planeta. Detectar síndrome pre-suicidal
desde el hogar o al interior de los colegios, no sólo evita desenlaces fatales,
sino que permite solicitar asistencia especializada para atenuar una serie de
síntomas, definidos como la constricción de los sentimientos y disminución del intelecto,
inhibición de la agresividad, la cual ya no se dirige a las demás personas,
sino que es reservada para si. Si la presencia de fantasías suicidas no se
detecta de forma temprana, el escenario que viene es hacer frente a distintas
formas de suicidalidad, las cuales representan el mismo nivel de gravedad, pero
en la adolescencia las ideas suicidas son muy frecuentes, sin que ello
constituya un peligro inminente para la vida; siempre y cuando ellas no estén
asociadas a otros factores de riesgo. Un proceso que se compone desde la
imaginería hasta la concreción de la magra decisión de poner fin a la vida con
o sin planificación.
Comprender tendencias, conexiones y patrones de la violencia
escolar asociadas a casos de suicidios juveniles, permite desestructurar para
el análisis factores emocionales, biológicos, sociales y ambientales; pudiendo
entrampar la claridad con que se debe enfrentar la configuración de éste
verdadero rompecabezas, aún en proceso de lograr ser resuelto. Por ello la PDI,
a través de la Jefatura Nacional de Homicidios lanzó hace ya dos años, una
estrategia para aminorar los magros eventos descritos rotulando la
iniciativa “S.O.S Campaña de Prevención del Suicidios”. La tarea
pendiente es el cruce de datos geoestadísticos para detectar hotspot de los
suicidios versus los casos denunciados bajo el rotulado de bullying.
Mientras diversas instituciones de gobierno mancomunan esfuerzos
por intentar doblegar tendencias ligadas a violencia colegial vinculadas a
ideaciones suicidas que cuestionan la legitimidad de la existencia, clave es
comprender que en los adolescentes, es fundamental reforzar vínculos afectivos
centrados en la confianza, explorar sus espacios sociales y establecer maneras
creativas de comunicarse con ellos. Si existe un clima emocional cercano y
respetuoso, integrando nuevas rutinas y círculos de apoyos, controlando lo que
consume en la web, los padres podrán encontrar nuevas pistas para detectar cómo
se encuentra anímicamente su hijo, y reconocer a tiempo, si requiere apoyo de
expertos del área infanto-juvenil en salud mental para superar potenciales
adversidades anímicas.
Es preciso señalar que el número de ideas suicidas siempre es más
elevado que los suicidios efectivamente llevados a cabo. David Lebreton,
sostiene que el deseo de morir no viene en primer lugar, sino antes de indicar
a través del cuerpo la imposibilidad provisoria de existir. Desde su percepción
de la muerte, las generaciones jóvenes tienen una dimensión de
irrealidad, pues también verbalizan la palabra para impetrar la calma, el
sosiego y el término de las tensiones. Así, el intento de suicidio también
puede aparecer como una manera mágica de romper el encadenamiento insoportable
de las vivencias y de recomenzar desde cero, de borrar el antes para sentir ante
sí, una situación al fin propicia. Desde ese prisma, la intuición de la muerte
no es la fatalidad de una destrucción de sí mismo, sino el hecho de retomar las
riendas sin sopesar las consecuencias. Resolver los conflictos
existenciales juveniles, sigue siendo tarea compleja.
ÚLTIMA VÍCTIMA DE BULLICIDIO EN HOLANDA
Los padres del joven holandés de 20 años Tim Ribberink, que se suicidó tras repetidos episodios de acoso por internet, pidieron este martes a las autoridades que abran una investigación formal sobre lo ocurrido.
Los padres de Ribberink explicaron que optaron por publicar en la esquela de su hijo una parte de la carta de despedida que les dejó para evitar nuevas víctimas por estas prácticas. “Con incredulidad, ira y tristeza decidimos incluir la carta de Tim, con la esperanza de que se afronte el problema del acoso y que esto no vuelva a ocurrir”, leyó en nombre de los progenitores el pastor de la familia, Marinus van den Berg.
En esa declaración, los padres del muchacho reconocieron que sabían del acoso que su hijo sufrió en la escuela primaria, pero que estaban convencidos de que, tras esa fase, “se había hecho más fuerte”.
En esa declaración, los padres del muchacho reconocieron que sabían del acoso que su hijo sufrió en la escuela primaria, pero que estaban convencidos de que, tras esa fase, “se había hecho más fuerte”.
Sin embargo, desconocían que su hijo fuese acosado a través de internet también durante la secundaria y el inicio de sus estudios de Historia. A sabiendas de que crearía controversia, incluyeron en la esquela un fragmento de la carta de despedida de su hijo.
Publicada el pasado lunes en el diario local “Twentse Courant Tubantia”, en ella aparece la fotografía de un Tim Ribberink y, con la letra del joven, un extracto de la carta que escribió. “Toda mi vida he sido acosado y aislado. Vosotros sois fantásticos y espero que no os enfadéis”, señalaba en la misiva, que el joven concluía con un emotivo “hasta que nos volvamos a ver”. La familia reveló hoy que esas palabras fueron escritas la mañana en la que se suicidó su hijo, al que definieron como un joven “cariñoso y atento” cuyo lema era “nunca, nunca hay que desistir”.
“No queremos que haya culpables, sino que los jóvenes que acosan sean conscientes de las consecuencias que pueden acarrear sus hechos”, según la declaración leída en nombre de los padres.
Tras el suicidio del joven, la familia comunicó a la policía los hechos, indicando que un desconocido había usado en 2010 el nombre de su hijo en el sitio de internet DinnerJudje.nl, especializado en el sector de la restauración, para hablar mal del local y del dueño de la heladería en la que él trabajaba a tiempo parcial.
El joven recibió el pasado verano en el mismo portal insultos que lo calificaban de “perdedor” y “homosexual”, según el diario “De Telegraaf”. La policía local aseguró a varios medios de comunicación que en principio no podrá investigar el caso porque el acoso no es un delito estipulado.
Las escuelas de primaria y secundaria en las que el joven estuvo aseguraron que desconocían cualquier episodio de acoso escolar al muchacho, al igual que la Politécnica donde estudiaba para ser profesor de Historia. Una portavoz del centro explicó a la prensa que Ribberink “iba bien en los estudios y parecía estar contento”.
Según datos publicados en mayo por el Ministerio de Educación holandés, un 4 % de los escolares del país entre 9 y 16 años sufrió acoso por internet en 2010 y 9 de cada 10 escuelas de primaria cuentan con protocolos para prevenir incidentes de este tipo. En 2011 se presentó una propuesta de ley en el Parlamento para hacer obligatorio el registro de actos de acoso escolar, pero la ley no se aprobará hasta previsiblemente 2013.
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