DENTRO DEL MERCADO
DEL PLACER, EMERGE EL “BONDAGE” COMO ALTERNATIVA PARA ACTIVAR LA
LIBIDO A TRAVÉS DE SENSACIONES LIBERADAS CON ATADURAS DE CUERDAS, CADENAS, CORBATAS O PAÑOLETAS, INSUMOS QUE INMOVILIZAN EN MEDIO DE UN JUEGO SEXUAL DESATADO ENTRE DOMINANTES Y ESCLAVAS, PROMETIENDO AIRE FRESCO AL
ÉXTASIS EXTREMO.
Texto:
Erick Bellido
Algunos exploran el
uso de cuerdas y nudos para generar construcciones de coligue terrestres y
sobre árboles en campamentos scouts. Pero otros, optan por dejar las maderas a
un lado y cambiarlas por su cuerpo para vivir experiencias íntimas a base de
ataduras sobre la ropa o sin ella, que prometen garantizar elevadas dosis de estimulo por roce y presión de cuerdas en las zonas erógenas para inyectar una recarga
adicional de adrenalina al desplazarse sobre la piel metros y metros de sogas
anudadas, previa, durante o posterior a un encuentro sexual.
En medio de la búsqueda
estética de la pareja por experimentar pasajes alternativos en la intimidad,
emerge el uso de singulares ataduras. Indistintamente si optan por apelar a la
técnica como un arte exótico para decorar el cuerpo o para el estímulo sexual, lo
cierto, es que se trata de una dinámica instalada globalmente con ayuda de una
extensa filmografía que invita a volar el imaginario, siendo visualizada además
en múltiple literatura erótica, en comics, animaciones de grueso calibre y
diversos clip musicales promovidos por Marilyn Manson, Duran Duran, Depeche
Mode, Madona, Lady Gaga, Britney Spears y Guns N' Roses, entre otros
exponentes.
En los últimos años,
a tal punto a llegado dicha tendencia en todo el orbe, que tienden ha multiplicarse
los encuentros masivos para intercambiar técnicas de amarre entre aficionados y
expertos del ‘bodage’, y donde las vedette, son los complejos estilos
para generar ataduras, atrayendo mayoritariamente a jóvenes curiosos, parejas y
mujeres adultas impulsados por la curiosidad de aprender a utilizar las
bizarras técnicas de inmovilización mediante cuerdas y cintas adhesivas, y que
los lleva al límite del sadismo al complementarlo con ritos que incorporan mordazas,
grilletes, cadenas, máscaras y vendas en los ojos.
Sin ir más lejos el domingo 28 de junio, realizaron eventos simultáneos al aire libre denominados "Bondage Picnic Around The Word", activando lecciones de amarres para aplicar entre parejas en la cama y en suspensión (vigas o árboles). Los países donde se promueve por tercer año consecutivo son Francia, España, Italia, Alemania, Estados Unidos, Canadá, República Dominicana, México, Brasil, Colombia, Argentina y Chile.
Si bien es una
práctica que tiende a ser discreta, pues se realiza en un contexto de intimidad, quienes se ven atraídos por ser maniatadas(os) con cuerdas,
pañuelos o cadenas, deben estar consientes que se trata de sesiones centradas en restringir la libertad del movimiento, y desde ahí, movilizar pasiones entre lo suave y lo rudo, un equilibrio precario que
supuestamente proporciona grandes dosis de erotismo mediante la aplicación de
ataduras ejecutadas de forma 'segura'.
ESTILO ASIÁTICO
El bondage dentro de
la cultura japonesa, arranca como un complejo arte de anudar e inmovilizar detenidos
por parte de las policías en redadas por drogas al interior de burdeles.
Situación que es recogida por los administradores de los clubes nocturnos, para
mutar en un ritual conocido y practicado como Shibari, una alternativa de placer erótico que activa la adrenalina
por recrear el peligro simbólico que generan las ataduras, junto con amplificar
la sensación de impotencia cuando se hacen intentos por liberarse.
Dentro del verdadero
teatro de variedades de sensación perceptual, la técnica evoluciona para
imprimir estímulos secundarios, como realizar sensuales intentos de escapatoria
durante la sesión de amarres, mientras son estimuladas(os) sexualmente por la
persona que genera las ataduras, aunque las dinámicas de juegos perversos se van
acomodando según la particular demanda del público asiático.
Los cultores del
bondage, sostienen que las ataduras pueden ser con ropa, sin llegar a practicar
sexo de ningún tipo ni tener alguna relación amorosa o poliamorosa con la
persona con quien se practica. El objetivo central de utilizar ataduras, no es
sólo restringir movimientos, sino estimular el goce interior para exaltar su
propia sensualidad de forma más sublime y vertiginosa para la liberación de
inhibiciones y responsabilidades, en la medida en que confían las llaves del
juego erótico a otra persona, que es quien marca las pautas.
En este marco, los
japoneses practicantes del bondage, postulan que la sensación de dejarse llevar
dentro de una habitación o al aire libre, es gratificante por el estímulo que
genera tener la total responsabilidad sobre el placer sexual creativo liderado
por el dominador por sobre el o la sometida de forma voluntaria y pasiva frente
al proceso de encordado.
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