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HISTÓRICAS EXPEDICIONES Y NUEVOS DESAFÍOS ANTÁRTICOS


HALLAZGOS DE NAUFRAGIOS, CAZA BALLENERA Y DE FOCAS, MITOS DERRIBADOS, OBSERVACIONES, MUESTREOS Y MEDICIONES CIENTÍFICAS, BARCOS ATRAPADOS EN EL HIELO POR MÁS DE UN AÑO, SON PARTE DEL LEGADO HEREDADO POR QUIENES SE ATREVIERON A ESCUDRIÑAR SOBRE MARES Y HIELOS DEL SEXTO CONTINENTE. EXPLORA AQUÍ SU PASADO Y FUTURO.

Texto: Erick Bellido  / Fotos: Memoria Chilena - INACH

Cerca de 500 años antes de nuestra era, los griegos describen que la Tierra podría ser esférica, indicando que nuestro planeta giraba alrededor de un eje imaginario al que llamaron polos. Así logran deducir la existencia de una gran masa continental ubicada al sur del continente africano que contrapesara las tierras del hemisferio norte, a la que denominaron Terra Australis Incognita. Varios siglos después, esta idea fue retomada por cartógrafos medievales, quienes la plasmaron en diversos mapamundis que sirvieron de guía e inspiración a una serie de expediciones a partir del Siglo XVI, con las que se fue ampliando progresivamente la información sobre el continente más remoto y los mares más tempestuosos del orbe.

Una aventura que fascinó la imaginación y alma de explorador del emperador Alejandro I, de Rusia, motivandolo en 1819 ha encomendar la misión de aventurarse hacia esas lejanas e inhóspitas tierras al capitán Fabián Tadeo Bellingshausen, quien intentó llegar más al sur de lo alcanzado por el navegante James Cook. Premunido de los buques Mirny y Vostok, alcanzó la ruta antártica en 1820, tras realizar un relevamiento de las islas Shethlands del Sur y las islas San Pedro (Georgias del Sur), para luego lograr la segunda circunnavegación del Antártico.

Emblemático y altamente citado en textos de historia, es la aventura emprendida por la tripulación del buque San Telmo, el cual el año 1819 debió hacer frente a un tormentoso mar, sorteando una dura tormenta en el cabo de Hornos, para más tarde, ser arrastrado hacia el sureste y perderse sin rumbo claro. Tiempo después, serían los barcos cazadores de focas que frecuentaban las zonas próximas a las islas Shetlands, quieren dejaron constancia por escrito del hallazgo de restos del desaparecido barco naufragado.

En 1819 el capitán británico William Smith, mientras intentaba evadir una tormenta cerca de Tierra del Fuego, se desvió hacia el sur y avistó unas islas cubiertas de nieve. En un segundo viaje ese mismo año, con la intención de confirmar su avistamiento anterior, llegó nuevamente a mares antárticos y denominó a estas islas Nueva Bretaña del Sur, más tarde rebautizadas Nuevas Shetlands del Sur.

Para el año 1820 ya se describían en las bitácoras de barcos, la cruenta actividad de los cazadores de focas, también conocidos como foqueros, quienes desarrollaron una intensa actividad en la zona antártica, casi paralelamente a la caza de ballenas. Algunos de los capitanes y tripulantes de estos barcos hicieron importantes aportaciones al descubrimiento geográfico, también realizaron mediciones, y sus nombres han quedado ligados a la toponimia antártica. Entre los muchos que actuaron en esa época, cabe mencionar a Eduardo Bransfield,  que cartografió varias de las islas Shetland del Sur; a George Powell y Nataniel Palmer, que descubrieron las Orcadas del Sur; al capitán James Weddell, que fue el primero en adentrarse en el hoy denominado mar de Weddell, donde llegó a alcanzar los 74º 15’ S; a Henry Foster, quien en 1828-1829 fijó la posición de varias islas de las Shetland del Sur e instaló un termómetro de máximas y mínimas en la isla Decepción.

OTRAS EXCURSIONES: SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX
Finalizado el primer tercio del siglo XIX, se llevaron a cabo varias expediciones apoyadas por diversos países, que resultaron importantes por sus descubrimientos. Incluyeron dibujantes y científicos, que aportaron información con sus observaciones, muestreos y mediciones.

Entre estos expedicionarios están: el francés Jules Sébastien César Dumont D´Urville, que en 1838-1841 realizó investigaciones sobre el magnetismo de los polos; el teniente norteamericano Charles Wilkes, que en 1839-1843 navegó por el mar de Bellingshausen y alcanzó los 70° S; el inglés James Ross, que en 1839-1843, con sus barcos Erebus y Terror, llegó a la latitud de 78° S, la máxima navegada en esa época; el alemán Eduard Dallmann, que en 1873-1874 realizó la cartografía de varias zonas antárticas; el noruego Carl Anton Larsen, que en 1893-1894 exploró la región oriental de la península Antártica, donde halló fósiles que probaban la vida vegetal en tiempos remotos y descubrió la barrera de hielo que lleva su nombre.

A finales del siglo XIX, cuando ya había sido explorada la mayor parte del planeta, las zonas polares, en particular la Antártida, continuaban siendo las regiones más desconocidas, y las sociedades científicas promovían su exploración. Entre 1897 y 1899 tuvo lugar la expedición belga dirigida por el ingeniero y teniente Adrien de Gerlache que, a bordo del buque Bélgica, partió hacia la región occidental de la península Antártica.
Entre los miembros de su expedición figuraban el geólogo y geofísico, Emile Danco; el médico Frederick Cook; el geólogo y meteorólogo Henryk Arctowski; el naturalista Emile Racovitza y un joven noruego llamado Roald Amundsen, quien luego protagonizaría su propia aventura. El Bélgica quedó varado aproximadamente un año cerca de los 71° de latitud S, por causa de los hielos, y constituyó la primera invernada científica en la Antártida.

En 1898 la expedición alemana del profesor Karl Chun, a bordo del Valdivia, llegó hasta los 56° de latitud S para realizar observaciones oceanográficas y geográficas. Cerca de la tierra de Enderby registraron la máxima profundidad oceánica, de 4647 m. Entre 1898 y 1900 la campaña del explorador Carsten Egeberg Borchgrevink, financiada por los ingleses, desembarcó en la barrera de hielo de Ross y la cruzó por primera vez.

A inicios del siglo XX, el territorio Antártico tuvo un rol importante como espacio de ejercicio de soberanía. Durante los primeros años ese siglo, hubo tentativas para iniciar excursiones nacionales que no se concretaron, sin embargo, sí se formaron expediciones de cooperación internacional en las cuales hubo participación chilena, ya sea, enviando científicos en la tripulación o permitiendo la expedición en territorio nacional.

Las primeras expediciones nacionales se concretaron a finales de la década de 1940: la primera realizada a inicios de 1947, y la segunda en 1948. La primera expedición tuvo como objetivo la reafirmación de la soberanía nacional en territorio Antártico y la exploración científica. Resultado de ello fue la instalación de la base "Soberanía": primera base militar habitada de forma permanente en la Antártica.

La segunda expedición buscó afianzar la presencia chilena en el territorio antártico a partir de la creación de una guarnición militar que velara por los intereses chilenos en la zona. Esta expedición contó con la presencia del presidente Gabriel González Videla, quien fue el primer mandatario a nivel mundial en pisar suelo Ártico. Esta expedición contó además con la presencia de los Comandantes en Jefes de las Fuerzas Armadas y diversas autoridades políticas.

En la lista de las expediciones más famosas a zonas antárticas, figura la realizada por el profesor Erich von Drygalski, quien estuvo al frente de la expedición alemana de 1901-1903 y, con su buque Gauss, permaneció prisionero de los hielos durante más de un año. Utilizando un globo de hidrógeno para ascender a más de 400 m, tomó fotografías desde el aire. La expedición científica escocesa de 1903-1904 al mando del científico William S. Bruce también quedó atrapada con su buque, el Scotia, en la bahía que luego llevaría su nombre, y debió invernar en la isla Laurie. El científico francés Jean B. Charcot realizó dos viajes a la Antártida, el primero entre 1903 y 1905, a bordo del Francais. Su expedición, que también debió pasar el invierno en tierras antárticas, aportó datos sobre la geología y oceanografía de la zona. Su segundo viaje fue de 1908 a 1910, a bordo del Pourquoi-pas.

En 1904 se estableció en la base argentina de Orcadas la primera estación meteorológica en territorio antártico. Esta es la base antártica que por más tiempo ha permanecido ocupada y en funcionamiento de forma ininterrumpida. 

Junto a ella el gobierno argentino instaló la primera oficina de correos en ese continente. A principios del siglo XX comenzaron también los intentos para alcanzar el polo Sur, con las expediciones del británico Robert Falcon Scott y del explorador noruego Roald Amundsen. Este último contaba con las ventajas de su experiencia previa en esas tierras y su decisión de llevar perros como bestias de tiro, en lugar de los ponis elegidos por Scott. Amundsen llegó al polo Sur el 14 de diciembre de 1911 y emprendió el regreso. Scott, junto a su grupo de 4 hombres, llegó el 17 de enero de 1912, pero fallecieron todos durante el regreso, por falta de alimentos.

La Antártida es el último continente en haber sido alcanzado por los seres humanos y, a diferencia del Ártico, carece de habitantes autóctonos.

Entre 1914 y 1916 se desarrolló la expedición dirigida por el británico sir Ernest Shackleton. Cuando su buque Endurance quedó aprisionado por el hielo del mar de Weddell, parte de la tripulación logró llegar hasta las islas San Pedro, donde unos balleneros los auxiliaron.
Al no poder regresar para rescatar a sus compañeros, debido al hielo que impedía la navegación, debieron volver al continente americano. Más tarde, con la ayuda del gobierno de Chile, retornaron y lograron rescatar a los sobrevivientes.

En las décadas de los veinte y los treinta del siglo XX, la aviación también dejó su huella en la historia antártica. El almirante norteamericano Richard Byrd sobrevoló el polo Sur en 1928. Su compatriota Lincoln Ellsworth cruzó en avión la Antártida desde el mar de Weddell hasta el mar de Ross en 1935 y 1939.

Tras la segunda guerra mundial, hubo una serie de factores trascendentales para el futuro de la Antártida. Por un lado, los avances de la ciencia y de la tecnología (medios de transporte, comunicaciones, etc.) permitieron desarrollar las investigaciones en las duras condiciones antárticas, y por otro, la decisión internacional de colaborar hizo posible que la 
Antártida no se convirtiera en escenario de conflictos.

La celebración en 1957-1958 del Año Geofísico Internacional, considerado el Tercer Año Polar Internacional, se focalizó fundamentalmente en la Antártida: doce naciones actuaron de modo coordinado, se hicieron importantes descubrimientos científicos y se instalaron una serie de estaciones sobre el terreno. Así, en 1958, se estableció el Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR, sigla de Scientific Committee on Antarctic Research), con el objetivo de promover y coordinar la investigación científica, y al año siguiente se firmó el Tratado Antártico, con el fin de decidir de forma colectiva sobre el futuro del territorio situado más allá del paralelo 60º S.

Gracias a esos acuerdos, hoy la Antártida es un territorio gestionado multinacionalmente, dedicado a la paz y a la ciencia, y en el que la conservación ambiental tiene un lugar prioritario.
EMBLEMÁTICAS EXPEDICIONES
AMUNDSEN 1911-1912: Cinco hombres alcanzaron el polo Sur el 14 de diciembre de 1911 y estuvieron de regreso en su base de la bahía de las Ballenas el 25 de enero de 1912, después de recorrer 2824 km en 94 días. La experiencia previa de Amundsen, la buena planificación del viaje y un equipamiento adecuado, junto a la utilización exclusiva de perros groenlandeses para el transporte, fueron las claves de su éxito.

SCOTT 1911-191: Llegaron al polo Sur el 17 de enero de 1912, un mes después de Amundsen. Los cinco miembros de la expedición fallecieron en el viaje de regreso, por agotamiento y falta de víveres. Además de perros, también utilizó caballos mongoles para el transporte del material, pero todos murieron durante el viaje, por lo que los expedicionarios tuvieron que cargar con el equipo.

SHACKLETON 1914-1916: A bordo del buque ‘Endurance’, quedó atrapado en el hielo y finalmente fue destrozado por la presión de los bloques de hielo que lo aprisionaban. Parte de la tripulación, después de un extenso viaje en un pequeño bote y tras cruzar caminando la cordillera de la isla San Pedro, alcanzó las Georgias del Sur, donde consiguió ayuda para rescatar al resto de la expedición.

NORDENSKJÖLD 1901-1903: Destaca por sus logros de carácter científico, como el descubrimiento de restos fósiles de animales. Varios de sus miembros tuvieron que invernar dos años en Cerro Nevado, en una casa prefabricada traída desde Suecia, que todavía se conserva en su estado original y funciona como museo. El Antarctic se hundió cuando iba a rescatarlos, por lo que sus tripulantes tuvieron que guarecerse en bahía Esperanza y en la isla Paulet, donde construyeron refugios con materiales del lugar y restos del naufragio.
NUEVOS DESAFÍOS ANTÁRTICOS
Hoy, Chile pasó a multiplicar por siete el número de científicos chilenos que hacen ciencia en la Antártica.  Además, hoy 23 países usan Punta Arenas como entrada al Continente Blanco.

Entre los desafíos de exploración, no sólo figura como prioritario el estudio del derretimiento de los hielos, sino la forma de mitigar la contaminación de las aguas, por eso se busca regular las actividades susceptibles de realizar en el territorio, en especial aquellas que requieren de autorización previa y las que están definitivamente prohibidas, como eliminar desechos radioactivos, introducir especies no nativas, caza a especies protegidas o descargar sustancias nocivas), junto con la constitución de un sistema de protección y conservación del medio ambiente antártico.

A doscientos años de la exploración formal de la antártica, los científicos de la era moderna, realizan entre octubre hasta abril sus campañas de investigación en terreno, trabajan bajo parámetros fijados por una dirección científica y selección de perfiles académicos para cargos concursables, lo que permite consolidar una red que actúa como plataforma para el desarrollo de las ciencias, y donde el Instituto Chileno Antártico (INACH) es la autoridad chilena que decide la ciencia que se hace en la antártica junto con sus pares de Argentina, lo que delinea un estándar internacional. 

Si bien la idea de construir un Centro Antártico Internacional se viene planteando hace más de 7 años, y en agosto del año 2017 se resolvió la adjudicación del diseño, la iniciativa se había literalmente congelado por falta de presupuesto, situación que en febrero de 2019 se logró revertir, tras la determinación del Gobierno de retomar el emprendimiento regional para impulsar el desarrollo de la actividad turística de forma más integral.


Si bien, la fase del diseño arquitectónico del proyecto se encuentra en su etapa final, desde el INACH el bioquímico Edgardo Vega, sostiene que la iniciativa impactará positivamente a la imagen país “más de la mitad de los países consultivos pasan por Chile. La luz verde a este proyecto, demostrará que la ciencia produce alta rentabilidad, más con un edificio que en sus 20 mil metros cuadrados y cinco niveles brindará acceso a laboratorios de última generación, evitando que los investigadores pierdan tiempo y horas de vuelo”.


El proyecto contempla espacios destinados para la instalación museográfica, exhibición de vestigios fósiles de  bosques antárticos datados hace más de 60 millones de años, exhibidores de biodiversidad de algas, líquenes, peces y crustáceos asociados a las más extremas formas de vida bajo  las frías aguas rodeadas de hielo. Y lo más importante, disponibilidad de laboratorios de microbiología, testigos de hielo, microscopia electrónica, biotecnología, estudios de cambio climático y áreas marinas protegidas. 

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