DESCUBRE LOS MARGENES DE UNA DESCONOCIA DOCTRINA
MÍSTICA, TEOSÓFICA Y ESOTÉRICA NACIDA EN EL SENO DEL JUDAÍSMO Y QUE BUSCA ENSEÑAR UNA FORMA DE CONOCER A DIOS NO
BASADA EN EL INTELECTO, SINO EN LA CONTEMPLACIÓN Y LA ILUMINACIÓN, PARA
ESTABLECER UN CONTACTO ÍNTIMO E INMEDIATO CON EL TODO Y EL SENTIDO DE NUESTROS
ORÍGENES.
Bellido Press
Aunque parezca inabarcable, caótico, misterioso, secreto, lejano o incluso prohibido, la Cábala, trae consigo la llave para explorar sin riesgo lo que está detrás del significado de Dios. Dicho esto, sin duda fluyen expectativas por saber más, pero al mismo tiempo hace aflorar nuevas preguntas o plantearse más dudas que aclaraciones.
Claramente, no se busca
trasmitir ideas erróneas, sino de expandir la mente y las vibraciones para
comprender que existen múltiples saberes asociados a la divinidad y que
provienen de ancestrales conocimientos celosamente curatoriados por
intelectuales del otro lado del orbe.
Adentrarse en el
conocimiento de este profundo mar al que se parece la Cábala, lejos de obtener
certezas, ocurre que, como en el mar, cuanto más se adentra uno, más inmensidad
encuentra lo que se traduce en un nuevo abanico de preguntas sin respuestas,
más interrogantes acerca de lo que es lo realmente esencial saber.
Quizás lo más
importante que hay que resaltar sobre la Cábala es que siempre es una mala idea
aclarar su esencia, ya que precisamente el desafío está en ‘estudiarla’ y ‘procesar
su contenido’, eso permite alcanzar su transparencia mediante una convergencia
momentánea de una multiplicidad de multiversos , cada uno en constante expansión
de un saber infinito.
Si bien, la simple
mención del vocablo ‘Cábala’ congrega una amplio y diverso auditorio de
interesados, quizás sólo basta con ayudare a encender la llama para indicar el
camino a seguir en medio de toda esta oscuridad.
La filología hebrea invita
a ver la luz a través de numerosas publicaciones sobre el tema. Las obras de
Scholem y sus sucesores han sido traducidos y puestas al alcance de un amplio
público, y junto al estudio científico, ha permitido expandir aún más su
desarrollo en los últimos años, aumentando el interés popular por conocer más, dando
lugar al surgimiento de escuelas y obras no tan científicas, pero que
evidencian que, por unas u otras razones, la ‘Cábala’ está de moda.
CÁBALA MEDIEVAL
Se desarrolló en
Castilla, España. Es un vertiente aún
más desconocida, quizás porque pocas veces su contenido a salido a la luz, lo
que explica en cierta forma, que falta abrir espacios para tratarla más a fondo. Quizás tenga esto que
ver con la fuerte personalidad de sus autores cuyo individualismo se escapa de
los límites de la tradicional forma de entregar el saber acumulado.
La Cábala contiene una
serie de conceptos y simbolismos cabalísticos que van dando forma al núcleo
literario que permite acotar el término y escoger una definición clarificadora, evitando
con ello caer en la polisemia y la imprecisión, esto porque existen tantas
definiciones como autores que se acercan al tema.
Gershom Scholem, fue el pionero de los estudios cabalísticos y
la define como “el término tradicional y el que más habitualmente se emplea
para referirse a las enseñanzas esotéricas del Judaísmo y la mística judía, en
especial para las formas que adoptó en la Edad Media, desde el siglo XII en
adelante”.
Charles Mopsik, en su obra titulada ¿Qué es la Cábala? habla
de “meditación y profundización intuitivas en la naturaleza de lo divino,
basándose en una enseñanza tradicional, transmitida desde los tiempos más
remotos por sabios de la antigüedad”.
Alexandre Safran, destaca que “la cábala es una doctrina de la
unidad. La realidad es un todo en el que lo visible y lo invisible, lo material
y lo espiritual, se penetran mutuamente, se unen”.
Tomando estas
definiciones es posible afirmar que estamos frente a una doctrina teosófica y
como tal, se interesa en la naturaleza de la Divinidad y en las relaciones que
se establecen entre Dios y el mundo, su creación; y es doblemente esotérica
porque, además de ocuparse de saberes ocultos, restringe su aprendizaje a unos
pocos elegidos que cumplen una serie de requisitos. En síntesis, es una
doctrina anclada en el judaísmo y en sus valores religiosos que se concentra
principalmente en la idea de un Dios vivo que se manifiesta en los actos de la
Creación, Revelación y Redención, y en la Torá, o libro de la Ley de Moisés
que, lejos de ser sólo el libro revelado por antonomasia y el libro
religioso-histórico del pueblo de Israel, adquirió pronto unas connotaciones
más profundas, sobre todo en los primeros círculos místicos que se formaron en
Palestina.
Lo expuesto, también está
asociado a la lengua hebrea, el idioma sagrado de Dios, en el que está escrita
la Torá, constituye uno de los pilares del judaísmo y, por tanto, de la
mística. Scholem, en su libro ‘Desarrollo histórico e ideas básicas de la
Cábala’ publicado en Barcelona en 1994 se pregunta justamente ¿Qué es la
Cábala?, llegando a concluir que es una profunda sabiduría que contiene un idioma
y forma de entender el ‘todo’, lo que constituye la llave para los secretos más
profundos del Creador y de la creación.
En la descripción de
la experiencia del acercamiento a lo divino de los místicos judíos, en todos
sus movimientos místicos, estos elementos mencionados ocupan un importante
lugar, lo que permite concluir que la ‘Cábala’
no es sólo un saber legado a través del tiempo en escritos y tradiciones
orales, sino que además es un estilo de vida llevado por distintas personas a
lo largo del tiempo bajo la modalidad de congregaciones o movimientos místicos
judíos que se desarrolla en contacto con la cultura occidental medieval, pero
que entroncaba con tradiciones esotéricas antiguas que formaban parte del
legado cultural y religioso del judaísmo rabínico.
De esta forma es
posible comprender, por una parte, que todos los aspectos novedosos y desconocidos
hasta entonces están contenidos dentro de la ‘Cábala’, y por otra, su éxito para
sobrevivir a través de los siglos entre las clases más populares del judaísmo
medieval, fue que la gente absorbió ese conocimiento reconoció dicho saber cómo
algo genuinamente suyo, pues enlazaba a la perfección con su propio universo
religioso.
En síntesis, la ‘Cábala’ circunscrita al año 2021, y para quienes recién la descubren, es una forma nueva de mirar las tradiciones antiguas, donde el cabalista dota de nuevos valores y de nuevos símbolos a los mismos textos bíblicos, relatos o leyes que el judío piadoso conoce desde siempre y asume como propios; y aporta, de esta manera, a la larga cadena de transmisión de la tradición oral judía, una nueva lectura que la enriquece y la actualiza.
PEREGRIMAR DE LA
CÁBALA
A finales del siglo
XII y comienzos del XIII, al norte y al sur de los Pirineos orientales, de un
modo al parecer repentino, apareció el movimiento místico judío que llegaría a
ser conocido como Cábala. Poco después de su aparición en Provenza, la Cábala
se trasladó a Gerona, en el condado de Cataluña, y desde allí se extendió por
los reinos de la Península Ibérica, donde alcanzó la cumbre de su desarrollo
clásico al final del siglo XIII con la aparición del Zóhar, el libro principal
de la Cábala. Uno podría concluir, de esta breve exposición, que la Cábala se
desarrolló a modo de línea continua, como si una corriente mística concreta
diera origen a otra, que asumía sus conceptos y doctrinas al tiempo que
evolucionaba aportando su propia originalidad. La investigación reciente ha
mostrado con claridad que esto no es así, sino que a finales del siglo XII y a
comienzos del XIII – después de un proceso de fermentación, cuyos detalles
resultan aún difíciles de precisar- surgieron diversos movimientos místicos
dentro del judaísmo que desarrollaron, de forma independiente, sistemas y
enseñanzas místicas alternativas; así, de entre los diversos sistemas místicos
con los que intentaban describir la divinidad, hubo uno que alcanzó
gradualmente la supremacía sobre los
otros, el sistema de las Sefirot.
Fue la doctrina de las
Sefirot la que en último término sentó las bases de lo que nosotros conocemos
ahora como ‘Cábala’. Pero hubo otras corrientes místicas que se desarrollaron
al mismo tiempo y que no estaban basadas en la doctrina de las Sefirot. Una de
esas corrientes es conocida por el nombre de “el círculo Iyyún”.
A partir de la obra de
los cabalistas del reino de Castilla, se conoce la existencia de un grupo
específico de místicos que elaboraron descripciones del mundo espiritual que no
se basaban en la doctrina sefirótica; probablemente el grupo estuvo activo en
Toledo, entre 1230 y 1260, y muestra claras influencias de Azriel de Gerona.
Bajo el nombre ficticio de Rabí Hammay – “Hammay” es un epíteto arameo que
significa “visionario” o “vidente”- apareció el Sefer ha-Iyyún, también
conocido como el ‘Libro de la Contemplación’, un pequeño pero profundo tratado
teosófico, que exponía la recóndita naturaleza del reino divino.
La obra fue muy conocida por los círculos místicos de España, entre los que alcanzó una gran influencia: en pocas décadas se compusieron docenas de textos que reflejaban la idiosincrasia y terminología de las doctrinas del dicho texto. A todas estas obras se les engloba bajo la denominación de los escritos del Círculo Iyyún. Se habla de un colectivo, de un grupo místico, y no de individuos, porque una de las características de todas estas obras es su anonimato, aunque la autoría se atribuye a destacados personajes de la antigüedad, como Moisés, sumos sacerdotes o rabinos famosos, detrás de los que se ocultan los autores reales.
Junto con el ‘Libro de
la Contemplación’ hay que señalar otras dos obras significativas de este grupo:
el Maayán ha-Jojmá ‘ La fuente de la sabiduría’, cuyo anónimo autor la presenta
como la revelación de los secretos místicos transmitidos por el ángel Peelí a
Moisés, y el ‘Libro de la Unidad’, también atribuido a Rabí Hammay. Estas tres
obras son hasta cierto punto complementarias, pero permiten adquirir conocimiento
bastante general de las principales ideas que desarrollaron sus autores, abriendo
nuevo saber relativo a los aspectos teosóficos relacionados con el conocimiento
del mundo de la Divinidad; explorar más en
aspectos cosmológicos y combinar prismas asociados a la teología y las ciencias
especulativas que terminan por influir de modo importante en los místicos de la
España del siglo XIII.
Por su parte, el Libro
de la Unidad tiene la peculiaridad de formular unas ideas muy semejantes a las
de la Trinidad cristiana, al incidir en la existencia de tres luces
preeminentes dentro de la Divinidad, correspondientes a tres aspectos de ésta
que, en realidad, representan una sola esencia. El resto de los libros que componen
este grupo –unos treinta ejemplares- muestran claras relaciones con los tres
mencionados, así como evidentes conexiones con textos de la primitiva mística
judía de Mercabá y de Siúr Comá.
ENERGÍAS, LUZ, COLOR Y ÉTER
Entre las ideas
básicas que desarrollan los autores del círculo Iyyún figuran las relacionadas
con el simbolismo de la luz y el color y con el éter primordial – lo que
podríamos definir como “misticismo de la luz”-, aunque también tienen una
importante presencia la mística del lenguaje y los números.
A pesar de que los
textos presentan una gran dificultad a la hora de comprender lo que sus autores
quieren decir con exactitud – pues parecen hechos por y para iniciados que no
necesitan explicación de las imágenes simbólicas ni de los conceptos
utilizados- se puede, no obstante, definir las principales líneas teóricas de
este círculo de cabalistas.
La principal idea que
subyace en este misticismo de la luz es que la esencia de la divinidad puede
ser expresada por medio del simbolismo de la luz: los distintos colores sirven
para expresar las diversas manifestaciones de la divinidad; y así como los
colores están presentes en la luz todavía indiferenciada, así también esas
manifestaciones.
Con el nombre de
“Mística de la Mercabá” (o del Carro celestial) se conoce a la primera fase del
desarrollo de la mística judía, que se extiende a lo largo de un periodo de
unos once siglos, desde el s. I a.C. hasta el s. X. Los textos, conservados en
gran parte en la llamada “Literatura de Hejalot” (o de los Palacios
celestiales), tratan de una travesía visionaria que llevaba al místico, a
través de sucesivos palacios celestiales, hasta la contemplación, en el último,
de Dios entronizado, descrito con las imágenes y los elementos presentes en el capítulo
primero de Ezequiel.
Bajo el nombre de Siúr
Comá (Medida de la Figura Divina) se denomina a un aspecto de la primitiva
mística judía que pone el énfasis en la descripción detallada de la figura de
Dios como creador del mundo, con los nombres y medidas de sus miembros, basada
en la descripción del amante masculino del capítulo 5 del Cantar de los
Cantares.
La imagen del prisma,
que permite descomponer la luz solar –que nuestros ojos no pueden percibir
directamente, en los colores del arco iris, contenidos en ella, puede ayudarnos
a comprender más fácilmente estas ideas. En la doctrina de estos cabalistas el
éter primordial (avir cadmón) ocupaba también un lugar importante. Este éter
primordial, la raíz original de todo lo que está destinado a ser creado,
produce una especie de explosión de luz que a continuación se separa en trece
pares de luces opuestas que se dividen, a su vez, en un infinito juego de
colores. Una vez que la luz indiferenciada se descompone en ese esplendor de
millares de colores, se produce un movimiento de retorno de todas las luces
reveladas a la fuente de la que surgieron.
Según la Fuente de la
sabiduría, el éter primordial es el origen de un movimiento que crece en el
seno de trece pares de opuestos que son al mismo tiempo las trece middot . El
éter primordial es el sustrato del mundo y es considerado como un fuego
espiritual del que todo proviene y al que todo vuelve.
El simbolismo de la
luz y los colores se incorporó al sistema sefirótico como un elemento más de
expresión simbólica relacionado con los estadios de revelación de la Divinidad.
El término hebreo middá, que podría traducirse por “medida”, “regla”, o
“cualidad, virtud” es utilizado en la literatura rabínica (y más tarde, en la
mística) para referirse a los atributos divinos de acción mediante los cuales Dios
creó y sostiene el mundo; la denominación de estos atributos y su número,
trece, data del periodo talmúdico y se basa en Ex 34,6-7; alguno de los nombres
de las middot coincide con la denominación, en la ‘Cábala’, de alguna de las
Sefirot.
Lo que más llama la
atención a quienes estudian este movimiento fue descubrir que frente a la
doctrina de las 10 Sefirot se intenta abrir paso otra alternativa, la de las 13
Middot que, de haber triunfado, habría llevado a la ‘Cábala’ por otros
derroteros.
En cualquier caso, no
hay duda de que todos estos escritos son la expresión de auténticas
experiencias místicas que sus autores intentan traducir con mayor o menor éxito
en conceptos filosóficos. Desde el punto de vista ideológico, podemos afirmar
que la ‘Cábala’ surgió en un ambiente de aversión por el cristianismo opresor,
de creencia en milagros, profecías mesiánicas y esperanzas escatológicas. Pero
sería un error considerarla sólo como un movimiento reaccionario frente al
racionalismo instalado entre intelectuales y nobles judíos. El objetivo real de
esta corriente mística es, más bien, devolver al judaísmo tradicional sus
raíces, de las que se estaba apartando, separarlo del racionalismo helenístico
y reinstalarlo en el mundo de la Halajá y la Aggadá.
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