TPOR: ERICK BELLIDO, PERIODISTA INVESTIGADOR.
Cada año, el mundo de la cultura y el patrimonio, se funden con la historia para recordar el legado detrás de la audaz travesía que logró sacar desde la Guerra Civil Española, a poco más de dos mil personas que vivían una cruenta pesadilla.
En ese torbellino de caos, cobran especial valor las gestiones efectuadas por los nóveles poetas chilenos, Gabriela Mistral y Pablo Neruda -nombrado cónsul para la migración española-, ambos en misiones diplomáticas en España y Francia, quienes contaron con el irrestricto apoyo de una red de personas del mundo de las artes, la cultura y la política, entre las cuales destacó la figura del Presidente Pedro Aguirre Cerda, quien aceleró las gestiones diplomáticas para hacer viable el arribo de hombres, mujeres, niños y niñas, incluidas sus mascotas, para refugiarse en Chile.
Para comprender ese contexto, es necesario revisitar el pasado, y analizar que sucedía un día 4 de agosto de 1939, fecha en que un viejo barco carguero, con capacidad para transportar hasta cien pasajeros, lograba zarpar desde el puerto fluvial francés de Pauillac, pero con una sobre carga adicional de otras 1.078 personas, todos en calidad de refugiados, en su mayoría, republicanos españoles, haciendo un total de 2.078 tripulantes.
DURO VIAJE
Tras bambalinas, hubo choques de resistencia entre conservadores y republicanos. En Chile se creía en ciertas esperas políticas, que gran parte de la tripulación que llegaría era peligrosa, o bien, que podría poner en peligro la estabilidad laboral de los chilenos en sus puestos de trabajo, porque circulaban panfletos con propaganda donde se daba a entender que los asilados tendrían preferencias por su alto perfil ocupacional vinculados a la intelectualidad y el mundo de las artes.
RECALADA EN CHILE
Con pañuelos blancos agitados al viento, sin distinción de clases, pescadores, obreros metalúrgicos, zapateros y artesanos se contaban entre quienes cruzaron el océano. Con ellos, arribaron al país varios nombres que en las décadas siguientes nutrieron el mapa cultural de Chile, como Mauricio Amster, Leopoldo Castedo, Víctor Pey y dos pintores que obtendrían más tarde el Premio Nacional de Artes Plásticas: Roser Bru y José Balmes. Precisamente este último, quien realizó el arriesgado periplo a bordo siendo niño, diría después que “ni siquiera al final de mi vida voy a hacer lo suficiente por agradecer el hecho de estar en este país y de ser ciudadano chileno, gracias justamente a Pablo Neruda”.
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