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MARAS: DE GUATEMALA AL CONO SUR

EL AUGE Y MODUS OPERANDI DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA, PUEDE IMPACTAR NEGATIVAMENTE EN LA COYUNTURA DEL CONO SUR DE AMÉRICA. ELLO POR CONDUCTAS IMITATIVAS, ASOCIACIÓN IDEOLÓGICA, BARRAS BRAVAS, ANTISISTEMISMO Y FALTA DE OPORTUNIDADES EN SECTORES DE ALTA VULNERABILIDAD Y MARGINALIDAD SOCIAL.

ERICK BELLIDO Y.
Analísta e intelector

La etimología de la palabra “mara” deriva de las hormigas marabuntas en alusión a la forma en que éstas se expanden por barrios y colonias. La expresión “Salva trucha” estaría formada por el país El Salvador y “trucha”, expresión que define al sujeto que es hábil capáz de escaparse del actuar policial.
Las maras surgen en Centroamérica como organizaciones de protección de los barrios, colonias, calles y sectores donde grupos o pandillas habitan, para impedir que agrupaciones distintas a las que pertenecen se apoderen de su territorio. En general, existen dos vertientes en la cual se conocen las Maras: La Mara 18 y la MS 13 (“Mara Salva trucha”). No obstante exiten cientos de células más derivadas de ellas.
Los delitos que más cometen los mareros, son secuestros express, secuestros extorsivos, cautiverios, asaltos, hurtos, violaciones y asesinatos.
Pero el fenómeno de las maras o pandillas dispuestas a todo, ha ido acrecentándose vertiginosamente en Centroamérica, causando un desasosiego incomparable por inducir la variable de la inseguridad ciudadana en naciones como Guatemala, país que en los últimos cinco años nunca había estado tan expuesto a crímenes de origen pandillero como hoy. Un crimen que se expande cuantitativamente, pero que se materializa en las más horrorosas y despiadadas formas.
Si bien las maras han ido evolucionando hasta convertirse en complejas organizaciones que potencian su proceder mediante el chantaje, extorsión con drogas y vendetas con impresionantes asesinatos, nutren su actuar apoyados por cientos de miles de niños y jóvenes pobres que no encuentran espacios para su normal desarrollo familiar, económico y social, donde la adrenalina negativa alimenta la disfuncionalidad de los hogares en situación de riesgo social, siendo la variable que prima como denominador común para todos ellos.
De este modo, el surgimiento y auge de las maras se concreta con la existencia de un Estado (considerado desde un contexto público y privado) que en materia de seguridad social, se encuentra colapsado. Un Estado que a pesar de los esfuerzos para restablecer el orden y la paz social, no ha logrado ofrecer estrategias y políticas públicas de desarrollo que potencien el fortalecimiento del sistema educacional, salud y acciones pro empleo, todas las cuales pudieran evitar directa e indirectamente que niños y jóvenes del citado país caigan en malas prácticas que terminan detonando el que adolescentes en situación de riesgo caigan en el camino de la delincuencia.
A lo anterior, se suma a que en Guatemala existe una creciente explosión demográfica que implica el nacimiento de más de 1.400 niños diarios, un niño por minuto. Frente al equilibrio precario descrito, vale la pena preguntarse: ¿Está Guatemala preparada para enfrentar ese dramático crecimiento de población? En el caso de las pandillas denominadas “Maras” (originarias de Guatemala) y “Salvatruchas” (cuya génesis es El Salvador), sus prácticas se asocian a hechos delincuenciales cuyo sello es la violencia extrema, promovidas por los grupos referidos, no sólo en relación con las “luchas entre pandillas”, sino, y también, en las formas delictivas creadas por ellos (ejemplo: secuestro express), contienen aquella definida como “violencia salvaje”, a la que reconocemos en términos de no sólo victimizar a las personas agredidas, sino a su entorno... y a la sociedad específica en que actúan desestabilizadoramente.
La “importación” del modelo pandillero “Mara-Salvatrucha” a las sociedades del Cono Sur de América, parece inevitable, y algunas de sus expresiones en términos de códigos y símbolos visuales se hacen evidentes (ejemplo: rayados de muros, firmas, marcaje territorial, música con alto contenido antisistémico y anarquista).
Si las acciones delictivas del modelo en comento, particularmente en los ámbitos de la delincuencia común, asoma su perfil, resulta urgente la necesidad de generar acciones de monitoreo preventivo provenientes de las organizaciones del Estado, a quienes compete cautelar la seguridad ciudadana.

CARACTERISTICAS DE LAS MARAS
Las maras son agrupaciones estrictamente jerárquicas, a pesar de semejar “fraternidades”. Sus integrantes se distinguen por tener el cabello rapado, pantalones muy holgados y el cuerpo decorado con tatuajes, sobre todo en los brazos, pecho, espalda y rostro. Algunos cabecillas se distinguen por tatuarse un ataúd por cada vida cobrada de un policía.
Tres puntos en la zona del codo, en los nudillos o en el espacio entre el dedo pulgar y el índice significarían, según algunos, “la-vida-loca”, que es como los jóvenes definen su forma de vida. Otros motivos de tatuaje son: calaveras, cruces gamadas, la imagen de la Virgen -en la mayoría de los casos la Virgen María, telas de arañas, las dos caras simbolizando la tragedia y la comedia, murciélagos, tigres, dragones, serpientes, alacranes. Este hecho, de exhibir los tatuajes para determinar su grado de jerarquía que tiene un marero, en nuestro país no es posible, debido a los factores climáticos, es muy raro ver a jóvenes que anden por las calles con su torso descubierto.
Los integrantes de las maras son jóvenes de entre 12 a 35 años. Además de identificarse con los tatuajes, utilizan una especie de código gestual que denota pertenencia. Suelen también “marcar” sus zonas de control con graffiti, con símbolos que denotan la mara que “gobierna” la zona. Así como los tatuajes pretenden reflejar la historia del individuo que los porta, los graffiti simbolizarían la “historia” del Barrio.
Sin duda este es un fenómeno social que podemos sentir ajeno a nuestra realidad, pero si pensamos que la desesperación, poca educación y falta de valores familiares puede originar este tipo de fenómenos, tal vez esta es la clave del aumento de los delitos en países como Colombia, Ecuador, Chile, Perú, Brasil, Argentina y Bolivia.
No obstante, la real causa por la cual las maras no han proliferado en países como Chile y Argentina, se debe a una política de Estado, marcada por un control exhaustivo de los inmigrantes lo que no sucede con los países de Centroamérica, una sólida institucionalidad de los organismos que tienen por finalidad detectar, detener y sancionar cualquier foco delincuencial.
El año 2007 por ejemplo, en la comuna de La Pintana (Chile), su población se encontraba atemorizada por dos bandas rivales compuesta por los denominados “los guarenes” y “los Phillips”, pero gracias a una rápido accionar y trabajo mancomunado entre el Gobierno, Juzgado de Garantía, Ministerio Público y la policía civil, se logró detener a los integrantes de estas pandillas, neutralizando por completo su accionar.
Desde un ámbito analítico, cabe enunciar algunos temas relacionados con el fenómeno sociológico de las “pandillas”, para llamar la atención de personas y grupos preocupados por, y del, hecho social que se describe, cuyos impactos amenazan y modelan conductas infanto-juveniles, y respecto de los cuales, sin información pedagógica y valórica adecuada, no se aproxima de manera rigurosa, a un conocimiento cabal y conducente.

Que permite la proliferación de las Maras
• Desintegración familiar.
• Desempleo.
• Factor socioeconómico.
• Deserción escolar.
• Perdida de valores espirituales y morales.
• Cuotas de poder en los barrios.
• Obtención de dinero fácil (Robo, asesinato etc.)
• Rechazo a la sociedad.
• Rebeldía juvenil.

Guerras entre grupos pandilleros
Al alero de un análisis ponderado de la realidad pandillera inserta en la sociedad chilena, no debe descuidarse que los enfrentamientos viscerales, y a veces con expresión pública, entre facciones de estas tipologías minoritarias se vienen produciendo desde hace varios años (ejs.: las peleas entre “pandillas” integrantes de las barras bravas de algunos equipos de fútbol), y que la radicalidad delictiva de las acciones de agrupaciones pandilleras neonazis - en tanto que agresiones, incluyendo homicidios, a miembros o simpatizantes de otros grupos pandilleros (Skinheads antifacistas, Punks, Sharps, etc.) – podría provocar respuestas en el mismo tono violento, como por ejemplo, el caso del homicidio al neonazi Mauricio Egaña, ejecutado el 25 de junio de 2006 en la Comuna de Conchalí, de los grupos que se sienten “agredidos”. Estos hechos y las respectivas lecturas de los entes pandilleros involucrados, pueden generar explosivos enfrentamientos entre pandillas que emulan malas prácticas diseminadas por el germen de las maras y otros movimientos de grupos sociales violentos y disruptivos emergentes.

Educación formal y fenómenos sociales de conflicto
La cuestión educacional también juega roles importantes en materia de decisiones asistémicas de los jóvenes, especialmente cuando en las pedagogías cotidianas no se forma ni informa, transversalmente, a los estudiantes acerca de estos fenómenos sociales minoritarios, que pueden afectar drásticamente, de mediar ingreso a pandillas, las vidas individuales y familiares de ellos. Se olvida, en los ámbitos pedagógicos, que son los sectores infanto-juveniles la “materia prima” capturable por estas propuestas rupturistas respecto de los social normal. Es evidente que los programas oficiales educativos, no incluyen estos temas de contingencia permanente, y, por las mismas razones, no se forma a profesores para entender analíticamente estos temas, impidiéndose un trabajo orientador que apoye la prevención en los momentos más fundamentales de la vida estudiantil.

Actividad pandillera y consecuencias sociales
En los casos de actividades delictivas realizadas por grupos pandilleros, como las que han ocupado primeras planas informativas que dan cuenta de homicidios rituales ejecutados por cabezas rapadas pro nazis y anti nazis, más allá de la gravedad de los hechos criminales, debe “mirarse” el drama personal de los miembros de estas agrupaciones que ejecutaron las acciones. Son jóvenes fanatizados por una pertenencia grupal, del tipo pandilla, que les arruinó las vidas; deberán cumplir duras penas de cárcel, y, definitivamente, pagan las consecuencias de conductas a las que adscribieron, fanática y acríticamente, sin el contrapeso de una formación pedagógica preventiva respecto de los riesgos de pertenencia a las respectivas pandillas.
El comportamiento social de grupos minoritarios, indica que el modelo pandillero ingresó a la sociedad chilena para hacerse parte del entorno cotidiano urbano y campesino; vino para quedarse, y ante esta realidad los parámetros de convivencia adicionan nuevos factores de inseguridad, desestabilización e incertidumbre. De esta apretada síntesis sobre el fenómeno de las pandillas, se debe apercibir en el sentido de que la presencia activa de este tipo de modelos anómicos y rupturistas, respecto de lo “normal”, se encuentra en todos los espacios sociales, porque se trata de conductas caracterizadas por propuestas que tocan los diversos segmentos de la sociedad, más allá de tratarse de prácticas estructuradas como minoritarias; pues los delitos de mayor envergadura ejecutados por las mentadas “maras”, muchos de estos se relacionan con homicidios, y en su ejecución son las pandillas mencionadas las que marcan los ritmos delictivos de más difícil control: Social; Legal y Preventivo.
Los aspectos socio-políticos de los enclaves que recepcionan a las pandillas centroamericanas, se refieren a sociedades políticas con altas frecuencias de inestabilidad, con inequidad en la distribución de riqueza, con índices fuertes de carencias educacionales, con cifras de desempleo impactantes y pobreza extrema. Se debe hacer referencia que el contexto chileno es lejos distinto al que se encuentra en inmersa la realidad actual de Guatemala.
Para bandas pandilleras como “maras y salvatruchas”, el fácil acceso migratorio es un verdadero aliciente para ejecutar actividades delictivas con márgenes de “impunidad” manifiestos, que se concretan en la falta de experiencia de las sociedades de “acogida” respecto de estos nuevos modelos delictivos. Si bien no están las condiciones socio-económicas para repetir las mismas prácticas de las sociedades originarias centroamericanas, determinadas conductas criminales pueden concretarse con cierta facilidad en Chile, como es el caso de los secuestros, asaltos y robos con alta carga de violencia.
Las posibilidades de acción pandillera al estilo “maras”, con ciertos acentos locales, están siempre abiertas de ser replicadas en Chile y otros países de la región. El referente “pandillas”, tiene muchas facilidades de estructuración en algunos grupos de extranjeros migrantes, a los que vía presiones y “amenazas” se los puede condicionar respecto de la “conveniencia” del ingreso a estas entidades que juegan con factores de identidad, desestabilización, y seguridad, en oposición a una sociedad de acogida definida como “xenófoba y discriminatoria”, y en donde los conflictos y movimientos sociales se ligan indisolublemente a la marginalidad de sectores ligados a la línea de la pobreza, la segregación, la frustración familiar y escolar, además de la cesantía, y otros vectores, todos los cuales son aspectos que debería tenerse en cuenta para una efectiva acción preventiva relacionada con el fenómeno pandillero con perfiles delictivos.
En países del Cono Sur de América, uno de los elementos atractivos para “marismo y salvatruchismo” pasa por el tema económico y por la inexperiencia de los sistemas judiciales y policiales para enfrentar las acciones delictivas que pueden instalarse como conductas recurrentes, asentadas en “alianzas criminales” entre grupos locales subversivos y agentes pandilleros provenientes de Centroamérica. Así, el modelo delictivo de las “maras”, resultan peligrosamente atractivos como propuestas para grupos delictivos y violentos que buscan “renovarse”, vía adopción y adaptación de otras formas pandilleras exitosas en sus formulas de apropiarse de los espacios y sembrar terror mediante su movilización amedrentadora en la sociedad.
Ciertas conductas de los “modelos maras y salvatruchas” pueden ser asumidas por bandas locales, pero no el comportamiento global de ellas, porque hay necesarios procesos de adaptación a la geografía social de acogida. En el caso de pandillas locales presentes en Chile, puede haber una mayor aceptación de un modelo “maras” más integral.
Cabe destacar, que los planes de “contención” siempre parten del principio represivo, dado que las entidades del Estado son reactivas al hecho sucedido. Consecuente con lo anterior, resulta necesario fortalecer el eje del control policial y represión legal a estos grupos cuando ejecutan prácticas delictivas, no obstante, no puede ni debe excluir la aproximación pedagógica al fenómeno en análisis, desde perspectivas preventivas y beneficiando el uso del factor educacional para disuadir sobre su nocividad. Tras explorar el tema, se detectó que los programas educacionales formales en Chile, no contemplan, pedagogías especializadas y expertas dirigidas a informar y formar a niños y jóvenes estudiantes sobre estos conmocionantes temas, siendo que ellos son los más pasibles de captar por las propuestas de las tipologías pandilleras y de sus componentes tribales urbanos.
Las acciones legales son reactivas al hecho delictivo ya consumado. La cuestión de rehabilitación no funciona en las cárceles como producto de las malas condiciones de reclusión. La prevención es un marco pedagógico, y para que resulte debe asumírselo como factor educacional obligatorio respecto de niños y jóvenes educandos.





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