DE LONDRES A BROADWAY, CON ESCALA EN SANTIAGO, LLEGA A CHILE “RED”.
UN MONTAJE TEATRAL QUE GRAFÍCA EL CHOQUE GENERACIONAL DEL ARTISTA PLÁSTICO MARK
ROTHKO CON SU DISCÍPULO KEN, DENOTANDO LA RESISTENCIA ENTRE LAS VIEJAS Y LAS
NUEVAS TENDENCIAS, JUNTO CON DESNUDAR LAS TENSIONES DE UN CREATIVO PARA TRANSMITIR SU SENTIR SIN VERSE EXPUESTO A LA CRÍTICA.
Texto: Erick Bellido
En pleno barrio Bellavista
del Gran Santiago, revive a punta de brochas, tarros, arcilla, mezclas de óleos,
humo de cigarrillo y obsesiones cargadas al tinte rojo, el excéntrico Mark
Rothko. Afamado pintor norteamericano que se suicidó a comienzos de los años ’70,
y que revive interpretado por la maestría actoral de Luis Gnecco, quien sobre
las tablas del Teatro Mori, invita a la audiencia a descubrir la secreta psiquis
de un genio dentro del mundo de las artes del siglo XX, que canalizó el transitar
de su vida aislado del mundo, tapizando sus ventanales, para dar forma y
sentido a sus creaciones de expresionismo abstracto de grandes dimensiones y
agrupadas en series de escasa variación compositiva y consisten básicamente en
rectángulos de varios colores que se suceden paralelamente de arriba abajo, con
bordes ligeramente irregulares en las zonas de separación tonal.
Claramente, la ambientación
escenográfica deja ver lo descrito, la cual facilita el sustento del nudo central de la trama, que
gira sobre la creación de los murales encargados por un magnate para su
refinado Restaurante conocido en New York bajo el nombre de ‘Four Seasons’. Evidentemente, todo se articula concentricamente en solo cromatismo: el ‘rojo’,
el cual no sólo refleja la obviedad de las pasiones desatadas, sino que
simboliza un cúmulo de formas de vivenciarlo: el rojo de la sangre, del
pimentón, del atardecer, del viejo de pascua, del ojo irritado, del diablo, de la
frambuesa, de las banderas de lucha obrera y la multivariedad de aplicaciones desde la sensibilidad dramática de un artista de profunda convicción en su quehacer.
Sin duda, una obra que por
medio de un hilvanado guion, logra transportar a los espectadores al mundo
interior de Rothko, quién en compañía de su discípulo Ken, interpretado por el
actor Martín Bacigalupo, plasman los avatares de una tensionada vinculación de
dos creativos del pincel, divididos no sólo por sus posturas radicales para
percibir el mundo, sino por la intensa pasión liberada para lograr plasmar sobre
la tela mil lecturas ancladas a miradas subjetivadas desde una metafórica
euforia narcisista, confrontadas con rasgos psicopatológicos y melodramáticos
que dejan ver perfiles humanos sumidos en medio de una inevitable depresión, que
termina por validar un estilo de vida lúgubre y que se resiste al modelo de la
cultura de masas.
Así de intensa, sensible y
apasionada es la obra adaptada y dirigida en nuestro país por el cineasta Rodrigo Sepúlveda, quién logra dar sagacidad
y ritmo a una trama argumental consistente y cargada de cameos ligados a la historia del arte, donde se hace mención a la muerte del cubismo y a la reinvención del expresionismo que se confronta con el arte pop, lo que permite evidenciar la resistencia del creativo sumido en la angustia por diferenciarse del resto, malestar de Rothko que exige a Gnecco para expresar con toda su corporalidad la rabia contenida del personaje encarnado contra todo estereotipo, y cuya percepción de su entorno era sólo
filtrada a partir de la manipulación de las graduciones de la luz.
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