TOMAR CONCIENCIA DEL
RIESGO DE DESGASTE SOCIO-EMOCIONAL EN ÁMBITOS ESCOLARES Y LABORALES, INVITA A LA ADOPCIÓN DE MEDIDAS TENDIENTES AL AUTOCUIDADO, LO QUE AYUDA A
PREVENIR PROSOCIALMENTE EN COHERENCIA CON LA ÓPTICA DEL BUEN TRATO.
Por: Pilar Escotorin
Doctora en Psicología de la Comunicación. Investigadora en la Universidad
Internacional de Cataluña (UIC) y Co-directora del Laboratorio de Investigación
Prosocial Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
El “buen-trato” es una vía inteligente de vivir y trabajar, precisamente
porque garantiza unos mínimos indicadores de salud de todas las personas que
habitan la vida de cualquier organización. El maltrato, en cambio, es un
comportamiento agresivo y violento que destruye el tejido social y la confianza
entre personas y grupos. Para contrarrestarlo, se necesita avanzar en
inteligencia colectiva y dotar a las empresas y organizaciones de métodos que les
permitan mejorar sus niveles de confianza a través de herramientas
participativas de mejora continua.
No existe una receta para respetar, ni para “bien-tratar”, pero sí existe
la posibilidad de entrenar las propias habilidades psicológicas prosociales y
pedagógicas del siglo XXI de manera concreta, especialmente, para conectar
mejor con los demás y saber cómo aumentar la identidad, creatividad y
autoestima de los demás, sin descuidar la propia salud y gestionando de forma
positiva las propias emociones. No es una obviedad. Y precisamente porque no lo
es, en cualquier sistema humano hay que revisar permanentemente qué entendemos
por buen
trato y cómo podemos cultivarlo. Para “bien-tratar” hay que considerar
el punto de vista del receptor de nuestras acciones desde una perspectiva
prosocial, y esa lectura fina Editorial Santillana la decodificó al impulsar en
sus proyectos educativos experiencias de acompañamiento y formación centrada en
el respeto al otro, por eso traerán a Chile el programa Kiva, una efectiva metodología desarrollada en Finlandia que
permite reducir a cero el maltrato en contexto escolar.
En un contexto de sociedades que se cuidan, estimular la prosocialidad se torna vital para
cualquier sistema humano. Es un concepto surgido de la psicología como un
antónimo de “antisocial”, que estudia y demuestra los factores y beneficios que
las acciones de ayuda, solidaridad, del dar y compartir y cooperación, tienen
para todas las personas, grupos, sociedades.
Delante del desafío de la sostenibilidad al que se ven enfrentadas las
organizaciones hoy en día, los comportamientos prosociales fomentan la construcción
de tejidos sanos y positivos, y culturas organizacionales basadas en el Buen
Trato y la confianza.
Un clima prosocial en el trabajo, reduce el estrés laboral y previene el
“burnout”; mejora la capacidad de aprendizaje de una organización para gestionar
mejor los errores humanos y reduce la violencia.
Organizaciones inteligentes son aquellas que aumentan la calidad y cantidad
de sus comportamientos prosociales permanentemente, con el consecuente
resultado: más satisfacción laboral, más motivación, más identificación con la
empresa, menos soledad en la toma de decisiones y mejor gestión de los errores.
A su vez, los líderes prosociales gestionan mejor la incertidumbre, son más
flexibles, trabajan mejor en entornos complejos, multidisciplinares, interculturales
y gozan de mejor salud personal y satisfacción vital. El liderazgo prosocial es
una respuesta innovadora y de cambio de paradigma, que responde a las actuales
circunstancias, desafíos sociales, medioambientales y de responsabilidad social
de las empresas.
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