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RESTAURACIÓN V/S ABANDONO PATRIMONIAL: CONTRASTE DE DOS PALACIOS NEOCLÁSICOS

SE ENCUENTRAN EN PLENO CORAZÓN DE SANTIAGO. SON VERDADEROS ÍCONOS DEL AUGE ECONÓMICO DE CHILE, PERO TAMBIÉN, REFLEJAN EL VALOR DE ESTOS INMUEBLES PARA COMPRENDER NUESTRA HISTORIA. MIENTRAS EL PALACIO PEREIRA SE ENCUENTRA AD PORTAS DE TERMINAR SU RESTAURACIÓN, EL EX INSTITUTO DE HIGIENE SE ENCUENTRA A LA ESPERA DE URGENTE LIFTING PARA REESCRIBIR SU LEGADO.

Texto: Erick Bellido
Ubicado entre las calles Huérfanos 1515 esquina con San Martín, el Palacio Pereira (1873), se encuentra ad-portas de abrir sus puertas tras un acucioso proceso de restauración que demandó al Ministerio de Obras Públicas (MOP) un desembolso cercano a los $ 15 mil millones de pesos. Sin duda, un hito sin precedentes, que dejará en el pasado su largo estado de abandono tras el terremoto de 1985, para mostrarse ante la sociedad en noviembre de 2019 completamente renovado con sus 2.247 m2 y una jugada estética, que funde lo mejor de su esplendor original con elementos propios de la materialidad moderna, aunque conservando la esencia del diseño arquitectónico neoclásico heredado por su mentor, el francés Lucien Hénault, responsable de dar vida además al Teatro Municipal, el Congreso Nacional de Santiago y la Casa Central de la Universidad de Chile.

La mansión originalmente perteneció a la familia Pereira durante 59 años -Luis Pereira Cotapos fue el dueño original (diputado, senador y canciller)-, pasando a ser adquirida en 1932 por la Iglesia Católica para habilitar ahí la sede del Arzobispado de Santiago. Con el tiempo el clero deja el lugar y para ser utilizado temporalmente por el Liceo de Niñas N°3, y luego hasta antes del golpe militar servir de sede del Frente de Estudiantes Revolucionarios. 

El contexto social vivido entre la década de los 70´y 80’ terminan por rematar el inmueble siendo adquirido por una sociedad de derecho privado. En 1981 fue declarado Monumento Nacional, y la Inmobiliaria Raúl del Río resuelve cerrar definitivamente su uso producto del terremoto de 1985. Desde ese entonces hasta el 2010 el edificio sirvió de refugio de ocupas y vagabundos, siendo saqueado desde piso a cielo, en incluso, fue escenario de innumerables actos delincuenciales, evidenciando su decadencia y dejando en el olvido su antigua estirpe, situación que fue alertada por el Colegio de Arquitectos y la Municipalidad de Santiago, motivo por el cual el inmueble pasa a manos del Ministerio de Bienes Nacionales el 2011. 

Frente a las duras críticas en la prensa protagonizada por políticos, intelectuales y periodistas, finalmente se logró su cierre perimetral, siendo vendido el inmueble al Estado de Chile, convocando el MOP a una licitación internacional supervisada por el Consejo de Monumentos Nacionales, y que termina siendo adjudicada el 2012, para dos años después comenzar las obras en terreno los arquitectos Cecilia Puga (56), Alberto Moletto (44) y Paula Velasco (40), con el compromiso de entregar después de largas décadas de abandono el palacio restaurado el segundo semestre de 2019, el cual será ocupado por el Ministerio de Cultura, el Consejo de Monumentos Nacionales y la Subsecretaría del Patrimonio, incorporando dentro de la fachada histórica original un edificio de cinco plantas, todo un desafío al enfrentar un proyecto sin precedentes con criterios de conservación contemporáneos.
"Hay que comprender que éste es un proyecto de Estado, y que la iniciativa por rescatar el Palacio Pereira trasciende a las tendencias de los gobiernos de turno -izquierda o derecha-, siendo apoyado por transversalmente tanto por los presidentes Sebastián Piñera y Michelle Bachelet, logrando conseguir la formula para alcanzar los fondos que permitieron lograr conjugar la magia y arte de la conservación y restauración", pondera con orgullo la arquitecto Cecilia Puga.   
     En la calle Huérfanos esquina con San Martín, se ubica el Palacio Pereira en pleno corazón de Santiago
Desde la vista aérea se puede apreciar la restauración total de techos y fachada del palacio

RESCATAR EL EX INSTITUTO DE HIGIENE
Otro historia y suerte diferente es la que guarda el edificio patrimonial conocido como el Instituto de Higiene de Santiago, pero que pertenece a la PDI desde hace 21 años a la fecha, y que lamentablemente debió cerrar sus puertas producto de los daños que dejó a su estructura el terremoto de 2010. Ubicado a media cuadra del metro Cal y Canto en el límite comunal de Independencia y Santiago, hoy necesita con urgencia ser restaurado, no sólo por su hermosa arquitectura neoclásica, sino porque además, es un monumento histórico con un legado patrimonial que en justicia debe volver a lucir en su real esplendor.

Creado por Ley en 1892, el otrora Instituto, fue construido a un costado de la ribera norte del río Mapocho, a pasos del barrio La Chimba y al frente al terminal ferroviario Estación Mapocho, emplazándose en Avenida Independencia 56 esquina con Avenida Santa María. 

Su primer director fue el médico Federico Puga Borne, quien introduce en Chile a fines del siglo XIX la corriente del higienismo, una tendencia científica surgida un siglo antes en Europa. Esta disciplina comenzó a desarrollarse en nuestro país ante la necesidad de enfrentar las enfermedades provocadas por las malas condiciones sanitarias existentes en la época previa al centenario, y cuyos mayores focos de infección residían en los sectores populares. Es que a fines del siglo XIX Chile ostentaba el record mundial de mortalidad infantil. Cada año la viruela, el cólera y la tuberculosis hacían estragos, situación que alerta a las autoridades de la época, problema que se incrementaba producto de las enfermedades de transmisión sexual como la sífilis y la gonorrea, fuente de mortandad en la población adulta. 

El edificio que albergó al Instituto de Higiene fue diseñado por uno de los arquitectos chileno más destacado del siglo XIX, Emilio Jaquier (1866-1949), el mismo diseñador de la Estación Mapocho, el Palacio de Bellas Artes, el Edificio de la Bolsa de Comercio de Santiago y la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile, no por nada fue conocido como el arquitecto del Centenario, gracias a sus estudios cursados en Francia en la Escuela especial de Arquitectura fundada por Émile Trélat y luego en la Escuela de Bellas Artes de París, especializándose en la construcción de palacios y edificios. En 1889 regresó a Chile y abrió su propia oficina, adjudicándose diversos concursos para edificar obras públicas y privadas. Todo lo expuesto, explica la razón de porque su legado sigue la línea heredada por los grandes palacios franceses, pero con la sensibilidad de lograr disponerlos al acceso de las distintas clases sociales, y con especial acento en abrir las puertas de sus creaciones a los sectores más empobrecidos, impregnando a la capital de un marcado estilo ecléctico derivado de sus conocimientos adquiridos en la escuela neoclásica.

La construcción legada por Jaquier para fines de salud pública, consta de un volumen central de tres pisos y dos cuerpos laterales en dos niveles que avanzan sobre el plano, consignado incluso un gran jardín en su frontis principal. En su interior se instalaron equipos técnicos y al personal destinado a la desinfección de conventillos y ranchos, institución conocida como Desinfectorio Público. Se impulsó la creación de una insipiente red de laboratorios de química y bacteriología, además de oficinas de desinfección.

Esta institución dedicada al fomento de higiene, alcanzó niveles de liderazgo en América Latina en la vacunación antirrábica y la producción de suero antidiftérico, constituyéndose en un símbolo del cambio de actitud que adopta el Estado frente a los problemas de salud que afectaban a los sectores más desposeídos, y donde los médicos encontraron un espacio para la investigación y promoción de la educación sanitaria a la sociedad civil, sirviendo más tarde como sede de la Secretaría Regional Ministerial de Salud.

El instituto fue cerrado el 31 de diciembre de 1924 por la Junta Militar que sucedió al gobierno de Arturo Alessandri. En reconocimiento a la importancia para la historia de la salud pública de Chile, este edificio fue declarado Monumento Nacional en la categoría de Monumento Histórico el 26 de octubre de 1984. Si bien el edificio perteneció por dieseis años a la Central Nacional de Informaciones del Ejercito, el año 1989 fue traspasado a la policía civil, debiendo esta última institución cerrar las puertas del histórico palacete producto del deterioro generado por el terremoto de 2010.   Por eso hoy surge la necesidad de revalorar este espacio en todo su contexto, por estar inserto dentro de un circuito cultural y ser parte de una línea histórica evolutiva que involucra diversos usos de sus suelos e infraestructura, siendo testigo de quiebres y retornos a la democracia.

“El valor de este inmueble transciende a la época actual. El terreno tiene una fecunda historia que incluso antecede a la construcción del edificio. Por estas tierras marcho el ejército libertador por lo que hoy conocemos como Avenida Independencia, por aquí pasó el Camino del Inca, y se encuentra dentro de un circuito de edificios de alto valor patrimonial, siendo esta construcción además un Monumento Histórico. Recuperar este sitio para habilitar un espacio cultural tiene que ser su destino futuro de cara al centenario de la PDI”, dice Gastón Fernández.

Por su parte, Daniela Bustamante sostuvo tras la visita técnica que "es un edificio que, como otros tantos, espera revivir. Es conmovedor ver como en su estado de deterioro mantiene un dialogo con las edificaciones vecinas, muchas de ellas joyas en sí mismas. El sitio posee una carga histórica importante y espacios preciosos para la memoria colectiva. En momentos que la protección patrimonial es urgente, impulsar proyectos que recuperen nuestra herencia urbana, material e inmaterial, es una gran manera de validar el debate público. La recuperación del edificio del antiguo Instituto de Higiene para un uso público sería un gesto de generosidad con la ciudad".

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